¡POBRES PIES!...

Rozaduras, uñeros, juanetes y callosidades son algunos de los principales daños que los zapatos ocasionan en el pie, aunque éste no es el único que sufre las consecuencias de una mal calzado; además la columna, cadera, rodillas y articulaciones también la padecen. 
Antonio Martín García, miembro de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología, SECOT, nos detalla cuáles son los problemas que cada modelo genera y advierte que lo mejor es "comprar los zapatos mirando al techo y preguntarle a los verdaderos sensores (nuestros pies) qué quieren".

Los zapatos o sandalias de tacón alto suman centímetros a las más bajitas y estilizan las piernas y la figura de todas. Cuanto más alto es el tacón, mejor figura se consigue. Resultan muy atractivos pero... cuanto más alto es el tacón más se carga la parte delantera del pie lo que puede provocar uñeros y juanetes (una deformidad crónica en los huesos del pie), además también puede producir fascitis plantar, una inflamación que resulta especialmente dolorosa. A todos estos problemas se suman consecuencias en la columna ya que los tacones adelantan el eje corporal y aumentan la curvatura en la espalda (lordosis), provocando dolor en la zona lumbar.

Vale, ya sabemos que los tacones altos son un suplicio tanto mientras los llevamos como posteriormente. Pues nada, vayamos a las manoletinas o sandalias planas:

Estos zapatos generan molestias en el talón porque no estamos acostumbradas a tan poca protección y que esa parte del pie aguante tanto peso puede producir durezas bajo la almohadilla distal; la poca elevación resulta letal para la planta del pié. Además suele generar calambres, dolores musculares y contracturas.

Las chanclas no proporcionan amortiguación en la planta del pie ni tampoco soporte para el mismo. Su uso puede alterar la forma de caminar, ya que las personas suelen arrugar los dedos para mantener el calzado en su sitio mientras que el talón queda totalmente levantado y sin apoyo. Este movimiento estira la fascia plantar causando inflamación, dolor, protuberancias y cansancio, sobre todo en personas con sobrepeso. Además al quedar suelto, el dedo gordo se puede lesionar con más facilidad. O sea que chanclas tampoco. Sigamos.

Los zuecos nos obligan a caminar con los dedos contraídos creando artificialmente unos dedos en garra y la falta de sujeción posterior propicia torceduras. 

Los zapatos con cuña nos ofrecen mejor apoyo para los pies y nos permiten caminar mejor, pero la inclinación que tienen ejerce presión sobre el pie haciendo que el cuerpo se vaya hacia adelante, lo que puede causar hiperextensión, esguinces de tobillo (especialmente con las cuñas desmedidas que vemos cada verano en las tiendas), fractura en la parte media del pie y juanetes. También producen nervios pellizcados y dedos en martillo.

Pues tras ver el destrozo que han hecho con todo tipo de zapatos, ya solo nos quedan las 'deportivas' que con traje de chaqueta o traje de noche pueden quedar 'divinas de la muerte', pero... ¡ojo! si  estas deportivas poseen una suela demasiado fina, no nos proporcionarán una adecuada absorción de impactos y amortiguación y nos pueden producir inflamaciones, tendinitis y dolor en el talón. ¡Dios que horror, todo son pegas!....

Está claro que el consejo de los médicos es que vayamos descalzas; eso solo nos proporcionará una negra planta del pie llena de inmundias, alguna que otra quemadura si damos con un cigarrillo encendido o un bonito corte si topamos con un cristal. Del frío ni hablemos, ya se sabe que es recomendable una buena aireación de los 'pinreles'. 

Estos grandes consejeros -con su mejor intención- no saben más que sacarle pegas a todo, aunque de las desventajas de los 'mocasines' con medio tacón no he leído nada. ¿Será que son el calzado perfecto o es que aún están en 'estudio'?...