Todas recordamos la década de los 80, cuando todas y todos éramos o queríamos ser "Yuppies" y queríamos mostrar al mundo lo bien que nos íban las cosas. Fueron años fructíferos en el que las trabajadoras ejecuticas de este país empezaron a hacerse con puestos importantes y ¿qué mejor que lucir las grandes marcas con grandes logos para demostrar nuestras conquistas laborales?... Esa manera de pensar la captó rápidamente el marketing de las grandes firmas y empezamos a formar parte -pagando- de sus campañas publicitarias que lucíamos orgullosas por la calle.
La ostentación estaba a la orden del día, y en la calle y en las revistas se multiplicaban los logos de firmas de lujo como Chanel, Versace o Moschino y los clásicos cuadros de Burberry acaparaban todos los complementos y accesorios del mercado.
¿Quién no lució en esa época el clásico bolso bandolera con un gran "Moschino" en la correa, o un pequeño bolso con dos "C" enlazadas en el frente o un cinturón con las enormes hebillas doradas de "D&G"?... ¿O la clásica camiseta de "J'adore Dior"?... Quien más y quién menos caímos en la trampa y nos convertimos en grandes pancartas publicitarias que pagábamos, encima, a precio de oro.
Pero como sabemos lo poco gusta y lo mucho cansa, nos cansamos. Debido a ello, no nos causó ningún tipo de sorpresa que a mediados de los 90 la estética minimalista se llevase por delante esta pasión por los logos.
Entonces, aunque el consumidor ya sabía apreciar el lujo, las marcas tuvieron que esforzarse mucho más en sus campañas de marketing. Se les habían acabado las legiones de fervientes admiradores que paseaban sus logos por las calles, y ya sólo las miradas más afinadas sabían distinguir si aquel bolso era o no era de marca. Aparecieron iconos como las mochilas en nylon de Prada o la baguette de Fendi cuyos logos eran más discretos, pero ya no había ni rastro de los grandes logos dominando camisetas, bolsos y cinturones.
Ahora, 30 años más tarde, cuando habíamos conseguido digerir el empacho de logos de los 80, Moschino vuelve a lucirlo orgulloso en sus prendas, Chanel coloca su doble C en una posición privilegiada de sus codiciadas alpargatas y hasta Céline ha lanzado camisetas con su nombre. ¿Están pretendiendo que volvamos a aquella fiebre por mostrar la marca como signo de distinción?... Espero que no, 30 años dan para un buen amueblado de azotea y si quieren publicidad, ¡que la paguen!
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