

Reconozcámoslo.
En el momento en el que una firma, tras más de 50 años de experiencia y miles de kilómetros recorridos sigue el camino marcado sin moverse ni un ápice, demuestra que su propuesta no era ni es equivocada.
Eso es Cacharel, una firma que sobrevive de manera impecable a las circunstancias y a las edades, que sigue enamorada del romanticismo y, por lo tanto, es la encargada de convertir sus prendas en estandartes de este sentimiento.
Eso es Cacharel, una firma que sobrevive de manera impecable a las circunstancias y a las edades, que sigue enamorada del romanticismo y, por lo tanto, es la encargada de convertir sus prendas en estandartes de este sentimiento.

Cacharel es poco amante del negro al que solo recurre para dar pinceladas neutras en vestidos o looks más serios, femeninos, pero demasiado sobrios. Su fuerte y su gusto son los estampados florales, ese es su marchamo.
Esta firma defiende a una mujer tan femenina como dulce, a la vez que elegante y, por supuesto, sin miedo alguno al romanticismo. Si eso es ser ñoña... puede... pero para mí es simplemente ser clásica, una opción tan válida como otra.
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