Stephanie Coontz, autora de 'Historia del matrimonio. Cómo el amor conquistó el matrimonio' (Gedisa) -que os recomiendo- afirma que “algunas de las cosas que la gente considera tradicionales son en realidad innovaciones relativamente recientes. Como, por ejemplo, la tradición según la cual el matrimonio tiene que ser aprobado por el Estado o santificado por la Iglesia, una novedad de 2.000 años de antigüedad. Pero, al mismo tiempo, muchos aspectos que la gente cree que no tienen precedentes, en realidad no son nuevos. Ese es el caso de las relaciones extramatrimoniales o los nacimientos fuera del matrimonio, más comunes y más aceptados en un pasado que hoy en día".
Lo que ahora llamamos matrimonio -o contrato matrimonial- fue documentado por primera vez en la Mesopotamia del año 4.000 a.C, en una la tablilla donde se dejaba por escrito el pacto entre hombre y mujer y aparecían reflejados los derechos y deberes de la esposa, el dinero que obtendría la mujer en caso de ser rechazada y el castigo en caso de infidelidad. ¿Os suena a conocido?...
Durante gran parte de la Edad Antigua, el matrimonio era ante todo un contrato entre el padre de la novia y el novio por el cual establecían una relación de colaboración, "yo te doy mi hija, tu me das esas tierras". Por lo tanto no es de extrañar lo que sucede actualmente en algunos pueblos anclados en el pasado. Sigamos.
Durante el Imperio Romano, además del matrimonio por alianza de las clases altas, entre sus varias opciones destacaba el coemptio, destinado a las clases plebeyas, que se podría traducir por “compra recíproca”, y que fue la base para el matrimonio moderno. Los dos miembros se hacían regalos, no tenían ninguna imposición paterna y se casaban cuando y con quien querían; pero llegó el declive del Imperio Romano y el consiguiente auge de la Iglesia, que por primera vez impone que el matrimonio es una unión ante Dios, y no ante el hombre, sacralizando lo que hasta entonces había sido una unión o un 'contrato' exclusivamente civil. Lo mismo siguiendo sucediendo durante los largos y oscuros años tipificados como Edad Media.
Pasado ese larguísimo período, Daniel Defoe (1661-1731) dijo a principios del siglo XVIII que el matrimonio era un "contrato de prostitución legalizada”, una visión bastante acorde pero exagerada con el rol de la mujer había desempeñado durante siglos y hasta aquel entonces.
Debemos recordar que, por aquellos años, la ley inglesa desposeía a todas las mujeres (exceptuando a la reina) de sus posesiones cuando contraían matrimonio y eran entregadas al marido. El contrato tipificaba claramente que las mujeres no podían poseer tierras, ni dinero salvo el asignado por el conyugue, algo que, matizado, ocurriría hasta mediados del siglo XX, cuando las mujeres aún debían pedir permiso de sus maridos para abrir una cuenta bancaria o adquirir un automóvil y la dote era una moneda de cambio habitual. (Lo de la cuenta bancaria, sacarse el permiso de conducir o el pasaporte sin permiso del padre o marido se mantuvo en España hasta 1975.)
Debemos recordar que, por aquellos años, la ley inglesa desposeía a todas las mujeres (exceptuando a la reina) de sus posesiones cuando contraían matrimonio y eran entregadas al marido. El contrato tipificaba claramente que las mujeres no podían poseer tierras, ni dinero salvo el asignado por el conyugue, algo que, matizado, ocurriría hasta mediados del siglo XX, cuando las mujeres aún debían pedir permiso de sus maridos para abrir una cuenta bancaria o adquirir un automóvil y la dote era una moneda de cambio habitual. (Lo de la cuenta bancaria, sacarse el permiso de conducir o el pasaporte sin permiso del padre o marido se mantuvo en España hasta 1975.)
En la primera mitad del siglo XIX y la revolución industrial, que propiciaron la aparición de una amplia clase media, se instauró por completo el amor como centro del contrato matrimonial. Los matrimonios de conveniencia volvieron a ser patrimonio exclusivo de casas reales y alta aristocracia: el amor romántico triunfó; pero no fue hasta bien entrados los años 60 cuando las relaciones sexuales esporádicas dejaron de ser tabú y comenzaron a ser aceptadas (incluso aplaudidas) socialmente, y los métodos anticonceptivos contribuyeron a hacerlo todo más fácil.
Finalmente, en los años 70 la legislación de la mayor parte de países occidentales ya podía considerarse como neutral con respecto a hombres y mujeres que, si bien desempeñaban papeles distintos en la pareja, veían cómo la ley los reconocía de igual manera.
El horizonte y objetivo vital de las mujeres ya no era únicamente ser ama de casa, madre y esposa y el contrato matrimonial tradicional cambió radicalmente o empezó a desaparecer, llevándonos hasta los distintos emparejamientos -para mi ya no obligatorios contratos con letra pequeña-, que actualmente se realizan: una unión porque les da la gana, que puede ser hetero o homosexual, querida y mantenida a partes iguales que cuando se acaba, con o sin papeles, se acabó y no hay iglesia ni legislación que impida el 'adiós y cada uno por su lado', aunque a algunos aún les gustaría que no fuese así.
El horizonte y objetivo vital de las mujeres ya no era únicamente ser ama de casa, madre y esposa y el contrato matrimonial tradicional cambió radicalmente o empezó a desaparecer, llevándonos hasta los distintos emparejamientos -para mi ya no obligatorios contratos con letra pequeña-, que actualmente se realizan: una unión porque les da la gana, que puede ser hetero o homosexual, querida y mantenida a partes iguales que cuando se acaba, con o sin papeles, se acabó y no hay iglesia ni legislación que impida el 'adiós y cada uno por su lado', aunque a algunos aún les gustaría que no fuese así.
3 comentarios:
O sea que el matrimonio actual está basado en el que utilizaban para desposarse los plebeyos romanos. ¡Joé que chasco, siempre tienen que haber clases! Yo que pensé que era mandato divino...
Plebeyos, pueblo, populacho... ¡Qué más da, Moi!... Mejor ser clase baja (la media se la han cargado), sencillos y 'poblacho' que tener las manos manchadas de corrupción, desvergüenza y sangre. ¿Verdad Sres. políticos, banqueros y mandamases?
Cada vez más jóvenes hacen su propio contrato y pasan hasta de matrimonios civiles. Lo que si se debe cuidar es como, si los hay, quedan los hijos, su cuidado y su futuro. Ellos sí no son culpables de nada, pero una convivencia agotada y no querida aún puede ser peor para ellos. Eso es lo que no se debe olvidar nunca, los hijos no llegan solos y los padres se obligan de por vida.
Publicar un comentario