-CARÁTULA DEDICADA A LA MUJER AFRICANA. UNA DE LAS MUJERES MÁS OPRIMIDAS, MÁS MALTRATADAS, VEJADAS Y MENOS RESPETADAS Y VALORADAS POR SU SOCIEDAD; PERO, POR DESGRACIA Y VERGÜENZA, HAY MUCHÍSIMAS MAS-

sábado, 27 de julio de 2013

INFLUENCIA FEMENINA

Aristóteles mantenía que las mujeres solemos situarnos más cerca del virtuoso punto medio, que los hombres, que tienden más al extremismo. No voy a desmentir al filósofo pero son muchos los estudios que indican que sin la influencia femenina el mundo sería mucho más duro y cruel.
 
Hace algunos días, el profesor Adam Grant  sostenía, en las páginas de The New York Times, que sin las mujeres, los hombres serían mucho menos generosos con su entorno inmediato.
Dicha argumentación se basaba en un estudio aparecido en el Administrative Science Quarterly que afirmaba que los hombres poderosos que tenían hijas estaban mucho más predispuestos a donar dinero a obras benéficas que los que habían tenido descendencia masculina que, de hecho, eran menos dadivosos y, encima, pagaban menos a sus trabajadores.
Según este estudio, el rodearse de mujeres hace personas más generosas y menos competitivas. Si el mundo fuese exclusivamente masculino, parece sugerir la larga lista de estudios presentados sobre el tema, la máxima de Hobbes (“el hombre es un lobo para el hombre”) se podría dar por buena; son las mujeres, y su capacidad para comprender y empatizar con los demás, las que evitan que la sociedad se convierta en una jungla. Si ellos -los estudiosos del tema- lo dicen, yo punto en boca.
 
Otra investigación realizada por Louann Brizendine, neurocientífica de la Universidad de California, asegura las mujeres somos mejores comunicadoras que los hombres, una distinción que tiene su origen en lo biológico: esta investigadora mantiene que las mujeres podemos procesar unas 20.000 palabras al día frente a las 7.000 de los hombres; eso nos hace comentar más los problemas y poder alcanzar un pacto o solución. Pueden que Louann tenga razón pero,  ¿somos más comunicadoras o más charlatanas?...
 
Esa misma Universidad de California llevó a cabo otro estudio, en el año 2000 y en el mismo sentido, que reflejó que las mujeres aguantamos el estrés y la presión temporal mucho mejor que los hombres; básicamente, porque sabemos que la mejor manera de combatirlo es comentándolo con los demás, mientras que los hombres prefieren callárselo. Esto sí que, para mí, es totalmente cierto.
 
Lo que me parece bastante lógico de todos estos estudios, aunque muchos no lo quieran recordar, es que la persona que suele tener más importancia en la formación, educación y desarrollo del hombre no suele ser otro hombre, sino su madre: una mujer; y esas labores o cualidades parecen que nos convierten en mentoras ideales tanto dentro de la familia como en el ámbito laboral.
Por ejemplo, y eso sí que lo he vivido y lo puedo asegurar, en una empresa, las mujeres solemos mostrarnos más dispuestas a orientar a los trabajadores junior, ya que nuestra forma de ser -colaboradora e integradora- nos predispone a conseguir que nuestros compañeros o subalternos crezcan, evolucionen y trabajen más felices. Por el contrario, los estudios psicológicos y sociológicos señalan que el hombre es, ante todo, competitivo y poco integrador.
 
En resumen que a la mujer nos mueve, como objetivo principal, la conservación y la estabilidad del grupo del que formamos parte, ya sea una familia, una empresa, o una mera relación amorosa con un hombre.  Esas particularidades, a veces aparentemente antagónicas, hace que  la colaboración entre el sexo masculino y el femenino sea cada vez más necesaria en una sociedad en las que tanto las cualidades de unos y otros son esenciales para la complementación, equilibrio y crecimiento personal de ambos sexos.
¡A ver si tomamos todos nota!

1 comentario:

Margarita dijo...

Si ya está claro, este mundo sin nosotras sería un campo de batalla, el de Bramante por ejemplo, y con nosotras también pero a lo pequeñito y disimulado. Ja, ja, ja.

Bueno, ya llegó la tropa y necesita urgentemente su ordenador.
Mañana me compro uno. ¡Por estas y como que me llamo Margarita!