-CARÁTULA DEDICADA A LA MUJER AFRICANA. UNA DE LAS MUJERES MÁS OPRIMIDAS, MÁS MALTRATADAS, VEJADAS Y MENOS RESPETADAS Y VALORADAS POR SU SOCIEDAD; PERO, POR DESGRACIA Y VERGÜENZA, HAY MUCHÍSIMAS MAS-

miércoles, 16 de octubre de 2013

ADOLESCENTES, TODOS IGUALES

¡Menudo chasco! Ahora resulta que todas las adolescentes -del siglo que sean- somos o hemos sido iguales, nos quejamos de lo mismo y encima la adolescencia es un invento para definir los 'años tontos'. La juventud, la libertad y la rebeldía adolescente que creíamos que solo nos pertenecía a nosotras mismas era muy anterior nuestro tiempo. Así lo cuenta Jon Savage en "Teenage, la invención de la adolescencia".
Y yo que pensaba que había sido una rompedora en enfrentamientos, quejas y broncas con la sociedad y la familia...
 
"¿Por qué no puedo salir cada noche si quiero? ¿Qué se supone que debo hacer, quedarme metida en casa, tirada en el sofá?". Esta frase no la inventaste tú, ni yo, ni nuestras madres, lo hicieron nuestras abuelas. O, posiblemente, bisabuelas... Parece mentira, ¿eh? No solo la idea de que nuestra abuela fuera rebelde y contestataria, sino que su generación fuera la que acuñó todo aquello que creemos nos representa o nos representó en algún momento, me parece imposible; así lo asegura Jon Savage, pero yo tengo mis dudas.
 
Tomad nota jovenzuel@s, la juventud, la libertad y la rebeldía adolescente que solo te pertenece a ti, es anterior a tu tiempo. Es tan anterior que tiene sus propias reglas, gestadas a finales del siglo XIX, y consolidadas a mitad del siglo XX, con la Segunda Guerra Mundial. Es decir: la adolescencia tiene su propia cronología, que puede recorrerse. La originalidad, la pureza de carácter, el odio a lo adulto...todo existe desde hace tiempo inmemorial. Ni mi generación inventó nada y la vuestra aún menos. ¡No te fastidia el Savage este!...
 
Según él, os dorados años veinte fueron realmente los de la permisividad sexual, el despiporre y el jazz. Las chicas despreocupadas y libres se llamaban "flappers"; se cortaban el pelo, pasaban de sus padres y salían a beber y fumar todas las noches. Triunfaba la androginia de la mano de las "freak parties" donde ellos se disfrazaban de ellas y viceversa. ¿Algo que envidiar a David Bowie y Lou Reed en Berlín en los años setenta?
En resumen, para este buen hombre los 70 fueron una copia de los 20. La generación que más o menos pisamos esa época no inventamos nada ni rompimos ningún molde; si encima éramos casi adolescentes, menos todavía. Prosigamos.
 
Lo que ahora resulta algo incuestionable en el universo adolescente -lo 'identitario' que se muestra a través de la vestimenta y la música-, se forja realmente entre 1910 y 1945. 
En aquellos 35 años, la indumentaria pasa a definir al joven en su mundo y crea las primeras subculturas. Los jitterbugs, fanáticos del swing, y los zoot suiters con pinta de gangsters adquieren un estatus mítico desde el inicio: en Estados Unidos son encarcelados por sus pintas, y en la Alemania nazi son acusados de traición a la patria u homosexualidad y, en muchos casos, son ejecutados.
 
Desde entonces todo gira, va y viene pero nada cambia y según este escritor, que se ha documentados en ensayos escritos desde hace dos siglos, la adolescencia es un estado atípico que nunca aporta nada nuevo, eso ya lo hicieron nuestras abuelas o bisabuelas. Los adolescentes giran y copian.
 
Sinceramente, el libro estará muy bien documentado y muy bien escrito pero la interpretación que hace de los acontecimientos y de las distintas adolescencias que han pasado durante esos años, y que por supuesto existen,  le llevan a conclusiones plagadas de tópicos aunque con una pizquita de razón; pero solo una pizquita, que quede claro.

Los quinceañeros siempre parecemos iguales, es cierto, pero todos somos distintos, esa es la verdad y desde luego mi abuela a los 15 años no era como yo a la misma edad, Sr. Savage; aunque alguna vez hayamos repetido las mismas palabras y quejas.

1 comentario:

Silvia Rojo dijo...

¡Que cuerno vamos a ser iguales! Le suelto yo a mi madre, las cosas que sueltan ahora los chavales y se me cae el pelo. Quejarnos de lo mismo, vale; pero obrar... ¡menuda diferencia!